A veces la cantidad de hechos, noticias y mentiras publicadas, es de tal magnitud que algunas cosas pueden pasar inadvertidas para muchos ciudadanos. Como lo decimos siempre, debemos manejarnos con hechos concretos e información real. Esto no es solo un compromiso con los lectores, sino una responsabilidad social de los medios.
Hace unos días tuvimos una muestra mas del odio que invade a muchos y particularmente a referentes políticos. Muchos pueden coincidir o no con las opiniones de los adversarios, pero desear la muerte de aquel, no es ya una posición política sino una profunda demostración del odio visceral como estrategia proselitista.
Quienes pudimos vivir la vuelta a la democracia en nuestro país en 1983, fuimos testigos de hechos que concitaban la atención de la opinión pública de aquel entonces, y una participación ciudadana que terminaría manifestándose categóricamente sobre el desafío nacional e histórico al que nos enfrentábamos como país. Sin importar los partidos políticos, ni los resultados electorales, fue la participación ciudadana la que marcó con claridad el horizonte a las agrupaciones políticas. Recuperar las libertades perdidas, las instituciones publicas y nunca mas a la violencia venga de donde venga.
Hace algunos días hemos asistido a algo que, en lo personal, me llena de interrogantes sobre si aquella decisión de la comunidad nacional sigue hoy vigente. Para quienes no lo sepan la agrupación Franja Morada es la corriente estudiantil universitaria de la Unión Cívica Radical. En 1983 esta tenia una activa participación política y su mensaje era “somos la vida, somo la paz”. Hoy a casi cuarenta años de aquel retorno de la democracia todavía no encuentro explicación sobre que fue lo que llevo a la misma agrupación a reivindicar la muerte del adversario.
Hace unos días, militantes de este movimiento estudiantil, sin pudor alguno entonaban canticos que todos pudimos ver por las redes sociales y los medios periodísticos. “Néstor ya se murió…solo falta Cristina…la p…m…q…l…p…”
Este proceder nos lleva a los ciudadanos y a quienes hemos decidido como opción clara la militancia por la construcción de una sociedad inclusiva, a preguntarnos si hoy, como en 1983, habrá una participación de la comunidad para marcar un horizonte de paz o debemos encender la alarma por que cada día existe más tolerancia al evidente odio que este ejemplo nos muestra.
Desde aquí albergamos la esperanza de que todavía es posible construir una sociedad empática con el prójimo que venza al odio.