El corrupto y la tonta

Luego de las elecciones provinciales el diario La Gaceta público un artículo del periodista Federico Diego Van Mamerem que queremos compartir con nuestros lectores.

"Él trabaja en una guardería. Ella en una casa de familia. Él se tapa las canas con alguna tintura. Ella también. Ellos no se conocen. Él en los 80 sentía la energía de la juventud y la emoción de la libertad que prometía la política. Ella intuía que todo lo que venía sería mejor. Él estaba seguro de encontrar un trabajo y al mismo tiempo militar. Ella, igual.

Él está convencido de que se ha vuelto un corrupto. “Nos volvimos corruptos”, repite mientras le pone todas las ganas a ordenar cada auto en los dibujitos que están en las paredes y en el piso. Es un ingeniero perfecto que, sin lápiz ni calculadoras ni reglas ni computadoras, hace cálculos mentales para que todo quepa. Estaciona un auto, se baja y camina para treparse a otro y ponerlo en su lugar. Él va y viene. Balbucea, habla solo. Parece un loco. Y repite su verdad. “Nos volvimos corruptos: te pagan por el voto. Es como que usted venda su libertad. Después cuando necesita algo y va a reclamar o a pedir le van a responder: yo ya te pagué el voto, no te debo nada”. “Amigo esto es muy fulero”. El hombre no está enojado ni resignado. Repite todo con un tono monocorde y se va hablando solo para acomodar otro vehículo.

Ella está en la parada del ómnibus. Habla con vergüenza. Cuando cuenta sus cuitas, baja la voz. La moto quedó en la casa para que la use alguno de sus hijos, o para que su marido vaya a hacer las compras. “Mi marido iba al campo, pero los planes le dan más”, le dice a la señora que le presta oído. En pocos segundos le cuenta que el domingo de las elecciones le rindió. Dice que recaudó 90.000 pesos. Su interlocutora ni se sorprende. Ella sigue: “me dieron una lista y en mi moto y en la de mi hijo los fuimos llevando a la escuela. Después les daba $5.000 a cada uno que votaba a cambio del troquel”. La otra mujer la miraba impávida. El ómnibus que esperaban parecía demasiado normal porque ya llevaba como 20 minutos y no aparecía. De pronto, la mujer le hizo la pregunta que a mí me hubiera gustado hacerle y volví a parar la oreja: “¿… entonces, para qué lo hizo?” Y ella le respondió: “me harté de ver que todos lo hacen y yo soy la tonta que no. Estoy muy cansada y ya no creo en nada ni en nadie”.

Él está seguro de que el que recibe dinero para votar es un corrupto. Ella aprendió que si no acarrea y reparte dinero para que voten es una tonta.

 

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