Al parecer “no todo vale”. La justicia condeno a un youtuber por “violencia de género, hostigamiento y discriminación”, imponiéndole 30 días de prisión, una perimetral de 200 metros durante un año, a tomar un “taller de violencia de genero y respeto a las mujeres” en el INADI, y a pagar todas las costas del proceso. Esto un juicio oral iniciado por la primera dama Fabiola Yánez.
“El que las hace las paga”. “Quien siembra tormentas cosecha tempestades”. Cuantos dichos populares podrían se aplicados a este fallo para poner en caja a actitudes que de por si y racionalmente no pueden calificarse de otra manera que no sean de “bajas y malintencionadas”. Naturalmente que estas actitudes de “escribir cualquier cosa”, sin fundamento alguno, no son un procedimiento de todos los que usan las redes sociales, sino de unos pocos que con fines claro de producir daño hacen de esto una practica casi diaria.
No hace falta realizar una tarea investigativa de gran esfuerzo para poder darnos cuenta de esto que nos ocupa en este artículo. Acá en nuestro pueblo podemos ver a diario en todas las redes y estados a quienes se escudan en nombres falsos para publicar mentiras. Podemos ser pasivos espectadores de discusiones sobre diferentes temas por “vaya a saber quiénes” por que la cobardía del anonimato no permite al menos que la opinión tenga nombre y apellido. De aquí nace la primera gran mentira puesto que de ser verdad ¿por qué esconderse?
Hoy podemos ser testigos de personas que nos dan clase de economía, de administración del estado, de gestión pública y luego observamos que sus empleados deben ir a atenderse en el sistema público que denostan, por que ellos no les hacen sus aportes de ley.
Nadie necesita defender a nadie. No es nuestro propósito hacerlo desde aquí. Mucho menos a quienes disponen de medios para hacerlo por su propia iniciativa. Pero no podemos negar que muchas, pero muchas veces se opina sin tener siquiera la información para hacerlo y muchos los datos que fundamenten la misma. Hace unos días un conocido cantante, Calamaro, tuvo que salir a disculparse por sus “expresiones” sobre la pandemia que afecta al mundo.
Es deporte nacional vomitar en las redes en contra de las autoridades, o de quienes tienen puestos de responsabilidad. Es común hacerlo sin fundamento y sin medir que se causa daño al destinatario y a su familia. Nadie puede después reparar el daño de tan criticable actitud. Pero al menos ahora parece que la justicia está ocupándose del tema.